top of page

[FESTIVAL DE BERLÍN 2021: “¿Qué vemos cuando miramos al cielo?” de Alexandre Koberidze]

Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" HurtadoGonzalo "Sayo" Hurtado

Actualizado: 20 ene 2023

En un panorama pandémico en el que los festivales de cine se reinventan en versiones híbridas, la Berlinale sorprendió con una potente programación que tiene en esta película, un manifiesto que reivindica a los títulos de autor y apuesta por una mágica evasión desde lo cotidiano y los sentimientos que afloran desde el corazón de una comunidad georgiana.


Dentro del panorama del cine independiente, el nombre del georgiano Alexandre Koberidze cada vez suena más fuerte. Ya desde su Ópera Prima, Lass den Sommer nie wieder kommen” (2017) era evidente su fascinación por romper con los moldes tradicionales de la ficción y emparentarla con una mirada documental en la que ya se ha explayado en el cortometraje. En el caso de ¿Qué vemos cuando miramos el cielo?” (2021), esos motivos se ven potenciados por el afán de construir un universo mágico desde lo puramente cotidiano. Su apuesta es un rescate del cine como motor de emociones lejos de la artificialidad y el espectáculo que supone el entretenimiento industrial, por lo que el presente título termina siendo una crítica directa contra aquello.


La narración, que apela continuamente a la voz en off de un narrador que nos guía como si se tratara de una fábula, es un recurso que no omite sugerencia ni que se hace reiterativo al adquirir un ritmo natural dentro de una de muchas convenciones a las que el cineasta nos hace cómplices en un ánimo lúdico. De esa manera asistimos al encuentro casual entre Lisa (Ani Karseladze) y Giorgi (Giorgi Ambroladze), dos jóvenes que parecen predestinados a tener un romance al encontrarse accidentalmente cara a cara en más de una oportunidad, por lo que pactan una cita en un café. El director nos muestra sus encuentros desde la perspectiva del plano detalle o bien en un punto de vista de observador distante, de modo que la imagen dista de ser edulcorada o recargada de una idea romántica a flor de piel. Lo que viene después es una intervención en la que los objetos del ambiente, como las flores o tuberías, son testigos del naciente idilio, pero a la vez se percatan de que ambos son víctimas de un mal de ojo que frustrará radicalmente el nuevo encuentro entre los chicos.

Giorgi (Giorgi Bochorishvili), adentrándose en su pasión por el fútbol.


El nuevo amanecer tiene a Giorgi con una nueva apariencia (ahora es el actor Giorgi Bochorishvili), mientras que Lisa pierde sus conocimientos como doctora y habita en un limbo que la obliga a buscar una nueva forma de ganarse la vida. El día de la cita, ambos no pueden reconocerse bajo el influjo de la maldición, emprendiendo un largo camino en el que coincidirán como empleados del mentado café donde iba a empezar todo, pero sin saber que se encuentran tan cerca. A lo largo de la historia, ambos protagonistas aceptan su suerte con desesperanza y resignación, empezando de cero una existencia que se percibe sublimada por el peso de una sociedad en la que la indiferencia y el individualismo normalizan las tragedias personales y las muestran como inevitables.

Lisa (Ani Karseladze), antes de despertar ante una inesperada maldición


Pero a la vez que ambos intentan reconectarse con el ritmo de vida citadino, el espíritu de su ciudad natal, Tsibilisi, comienza a surgir desde diferentes figuras como el culto al fútbol desde los muchos fanáticos que ven los partidos en los lugares más emblemáticos, algo de lo que no escapan ni siquiera los perros, que pactan encuentros y desencuentros en torno a ello. En esa búsqueda, el inconsciente colectivo se manifiesta con calidez y nostalgia, siendo también una manera de abstraer a los lugareños de sentimientos más profundos y de un intimismo que les permita conectarse con otros más allá de una simple afición. En ese aspecto, Koberidze se compromete a crear su propio universo desde las alusiones surreales y el registro documental que busca la naturalidad en las secuencias lejos de las coberturas visuales excesivamente intervenidas.


La propuesta se ve enriquecida con una reflexión que viene desde el propio oficio cinematográfico, cuando un director que realiza un casting de parejas para una película de corte naturalista, termina siendo la llave que resuelve el conflicto principal, como si este arte fuera la tabla de salvación de personas que han perdido la perspectiva al no mirarse a sí mismas con la agudeza de la cámara. El resultado, una narrativa que reivindica el espíritu del cine como vehículo tanto reflexivo como de entretenimiento desde los hechos simples y sencillos, es la respuesta que más de uno debería encontrar frente al bombardeo mediático de Hollywood.


*La película terminó obteniendo el Premio Fipresci en el marco del festival

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page