Comentamos los estrenos de esta semana con el remake de una famosa serie ochentera, lo último del director Luca Guadagnino y una producción francesa de terror premiada en el Festival de Sitges.
-“PROFESIÓN PELIGRO” (“The Fall Guy”) (EEUU) de David Leitch: Basada en la serie de inicios de los ochenta protagonizada por Lee Majors (el famoso “Hombre Nuclear”), como el doble de riesgo, Colt Seavers, que en sus ratos libres se dedica a resolver casos criminales, su paso a la pantalla grande rescata las referencias más básicas en torno a dicho programa, dejando la impresión que el uso del nombre y del personaje principal, no es más que una excusa para montar una comedia burda que entre puñetazos, explosiones y giros caprichosos de guión, es un producto estándar dentro del entretenimiento industrial de Hollywood que bien podría haber tenido cualquier otro título.
¿Y qué es lo que enfatiza más esa distancia entre la serie y la película? Pues su protagonista, Ryan Gosling. Más allá de la versión televisiva que estuvo en pantallas de 1981 a 1986, este programa se embebía a su vez del espíritu de muchos filmes de acción de Burt Reynolds, siendo el más emblemático “Hooper, el increíble” (1978), dirigido por Hal Needham, experto doble de riesgo que junto a su actor de cabecera le rindió homenaje a su especialidad en gran parte del tramo que les tocó trabajar juntos. Ahora, tanto Burt Reynolds en aquellos filmes como Lee Majors en la tv, encarnaron a personajes cínicos, socarrones y sarcásticos desde una faceta de “rudos” e “incorrectos” a la que difícilmente se acerca un Ryan Gosling que parece ponerse solo un disfraz para la ocasión.
La versión televisiva ochentera vs la de cine de 2024
La historia es sobre un doble que tras sufrir un aparatoso accidente que lo aleja de los sets tiene la oportunidad de regresar a una mega producción rodada en Australia, la que es dirigida por Jody Moreno (Emily Blunt), una antigua compañera de trabajo por la que se sentía muy atraído. Si al director David Leitch no se le puede reprochar en absoluto que como un eficiente profesional de industria tenga un buen manejo de las coreografías de acción, algo con lo que sorprendió en su debut con “Atómica” en 2017 (su mejor película) y que ha mantenido desde la saga de “Deadpool 2” (2018) hasta “Bullet Train” (2022), pero dejando en claro a través de una trama bastante trivial y hueca, que estamos asistiendo a un mismo ejercicio con cambios de decorado.
Si bien la serie original era un vehículo sin mayores pretensiones, esta adaptación de “Profesión peligro” le podrá parecer entretenida a quien solo busca una evasión momentánea, tal como si asistiera a un parque de diversiones, pero insufrible por la manera como los giros “dramáticos” operan por la voluntad suprema de sus guionistas, además de villanos que encajarían mejor en el universo de Cartoon Networks. ¿El resultado final?: Saturante. Un último apunte… ¿El personaje de Emily Blunt es de nacionalidad mexicana por alguna cuota de “inclusión forzada”?
-“DESAFIANTES” (“Challengers”) (EEUU) de Luca Guadagnino: La mirada de este director, entre lo voyeurista y lo documental, y destacando siempre la iconografía de los espacios físicos, ha transitado con desigual suerte, siendo provocativa y reveladora en “Call Me by Your Name” (2017), película en la que mejor ha encauzado su necesidad de romper tabúes, pero que luego se ha manifestado menos consistente en su visión personal del clásico “Suspiria” (2018), o en el desigual cruce de géneros que propuso en “Hasta los huesos” (2022). En “Desafiantes”, sus afanes por romper con las reglas de lo canónico siguen siendo notorios, pero en el contexto de un trío amoroso que encuentra correspondencia en la competencia del circuito de tenis, siendo esta mixtura de temas un terreno que se le hace apropiado para desfogar su necesidad de expresión libre y sin ataduras.
Lo curioso en esta producción es que el tema deportivo, a diferencia de muchos ejemplos de la industria, no es la directriz dominante a pesar que es un duelo de tenis puesto en perspectiva lo que domina la mayor parte del tiempo, siendo el trasfondo de los sentimientos y la pasión en ebullición en el trío conformado por Tashi (Zendaya), Art (Mike Faist) y Patrick (Josh O’Connor), lo que es el combustible natural de la trama. Guadagnino nos presenta una historia en varios actos que hábilmente desmenuza desde la edición para romper con la linealidad, teniendo frente a nosotros a un mosaico visual en permanente dinámica entre pasado y presente y que nos presenta a personajes que nunca son estáticos, sino en una constante evolución que nos prepara para un final sorprendente.
El sentimiento nostálgico es la matriz de un acto inicial, en el que la amistad entre los jóvenes Art y Patrick está por encima de sus propias ambiciones, siendo consciente el primero que es solo un tenista voluntarioso, mientras que el segundo es un diamante en bruto esperando explotar. Pero aquel fraterno vínculo se rompe al contacto con Tashi, una deslumbrante tenista que a sus pocos años es una figura de perfección que irrumpe para llevarlos un peldaño más arriba –incluso en la búsqueda sexual de ambos-, para luego contaminar el vínculo amical con una idea de perfección profesional que puede significar el desprecio o la sumisión hacia la muchacha por cualquiera de ellos.
Tashi, convertida en un oscuro objeto de deseo, va de un lado a otro hasta quebrar lo que ya se hacía frágil. Es entonces que Guadagnino, no contento con un montaje discontinuo, acentúa los sentimientos que flotan en el aire con un manejo visual que opta por un punto de vista más que privilegiado, integrando planos generales en secuencia hasta primeros planos, cortando las tomas con un sentido de raccord minucioso con las miradas, o plantando la cámara al frente mismo de los protagonistas al dar un raquetazo. Y es que esa cobertura fotográfica se acerca a la filosofía de perfección que Tashi defiende con ardor, como si el director quisiera inculcársela al mismo espectador hasta el momento climático. Es aquí donde Guadagnino deja como lección como un arrebato visual puede apartarse del efectismo al ser fiel a un discurso cinematográfico.
-“ARÁCNIDOS (“Vermines”) (Francia/EEUU) de Sebastien Vanicek: Precedida por el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine Fantástico de Sitges y de 2 nominaciones al premio César, este producción francesa es una pequeña sorpresa en la cartelera local. La secuencia inicial, que nos remite al “Braindead” (1992) de Peter Jackson, con unos contrabandistas atrapando a unas letales arañas en un desierto africano, toma luego el camino de la cotidianeidad citadina. Es verdad que historias sobre plagas animales de todo tipo son moneda corriente en el mercado, pero esta vez se trata de un guión que parte de un contexto urbano muy respetuoso de los matices sociales y que lleva consigo un alegato de insurrección desde una comunidad musulmana en París, en la que sus habitantes son constantemente maltratados por las autoridades locales por un evidente trasfondo racial.
La historia parte con Kaleb (Theo Christine), quien a sus casi 30 años no ha concretado más en la vida que tener en su habitación una colección de insectos vivos, agregando a una extraña araña que compra clandestinamente y que terminará reproduciéndose sin control y con crías que crecen desmesuradamente. Su familia está partida tras la muerte de su madre, compartiendo departamento con su hermana Lila (Sofia Desaffre), con quien tiene una pésima relación al no aportar para los gastos, siendo visitados por su antiguo amigo Jordy (Finnegan Oldfield), con quien se ha distanciado por años por un accidente que sufrió en la niñez por culpa de él. El entorno de Kaleb es de franca y permanente hostilidad, tanto en su hogar como con algunos de sus vecinos, que ganados por los prejuicios ven en su negocio de venta de zapatillas falsas a un posible tráfico de drogas o algo similar.
El inicio de la plaga que empieza a asolar el edificio de Kaleb toma mucho del espíritu de directores como John Carpenter, tanto por las connotaciones sociales de su cine como por la construcción de atmósferas de terror, guardando similitudes con obras como “Asalto al precinto 13” (1976), donde la necesidad de sobrevivir frente al peligro obliga a un conjunto de personalidades opuestas a hacer una comunión para esquivar a la muerte. En ese sentido, “Arácnidos” se desarrolla reservándose el uso de los FX con mayor grandilocuencia únicamente en momentos puntuales y capitales de la historia, preocupándose más su director en acentuar las crisis personales de sus protagonistas desde su disconformidad social y sus traumas personales, de modo que cuando sus miedos y temores son manifiestos, un nuevo terror se instala sobre ellos.
El tramo final de la película, en el que las autoridades policiales y de sanidad, conscientes del peligro que representan las arañas, deciden mantener el edificio cerrado sin importar lo que le suceda a sus inquilinos, acentúa el resquebrajamiento de las tensiones raciales y las exacerba en el contexto de una suerte de emergencia nacional, en la que estos ciudadanos de “segundo orden” pueden ser sacrificados en aras del bienestar general. Por este tipo de lecturas es que una ópera prima como esta se siente más consistente al no tener vocación de ser un divertimento banal, aspirando a que esas inquietudes como sociedad encuentren una válvula de escape ante el terror más visceral (Solo lamentamos que la copia de esta película esté doblada al castellano).
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