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[CLAUDIA LLOSA: “Mi Película trasciende el género, pero tampoco lo niega”]

Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" HurtadoGonzalo "Sayo" Hurtado

Estrenada mundialmente en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián, “Distancia de rescate” de la directora peruana Claudia Llosa formó parte de la Sección Oficial. La historia trata de acercarse al género del suspenso y lo sobrenatural, aunque no deja de sentirse como una representación un tanto ajena a ese imaginario. Durante la cita en Donostia, tuvimos oportunidad de conversar con ella.


Foto: Sayo Hurtado


“Distancia de rescate” parte del encuentro entre dos mujeres: Amanda (María Valverde) y Carola (Dolores Fonzi). La primera llega con su pequeña hija Nina (Guillermina Sorribes Liotta) para establecerse en una casa en el campo argentino, mientras que la segunda es una enigmática vecina que es una presencia que se desdobla entre el encanto de su personalidad seductora y el misterio alrededor de su hijo David (Emilio Vodanovich), quien poco a poco irá adquiriendo las características de una entidad perturbadora y en un diálogo interno constante con la recién llegada hasta deslizar un panorama siniestro y sobrecogedor.


Sobre el acercamiento de Claudia Llosa con la novela homónima de la argentina Samanta Schweblin que inspira su nueva obra, no hay misterio alguno: “Una amiga peruana, Verónica Ramírez, me pasó la novela y realmente se lo agradezco mucho porque llegó a mis manos cuando estaba muy nueva. La leí de una sentada y me atravesó. Había algo en ella que recorría muchas de las temáticas que yo había trabajado en mis películas, pero se colocaba en un lugar muy distinto atravesando los miedos, la complejidad de lo femenino y la maternidad, poniéndole nombre a algo que era tan difícil pero tan identificable que es el típico lance entre darle la libertad a un nene para que se conozca a sí mismo y se convierta en un individuo, pero al mismo tiempo estar cerca para cuidarlo. Esa angustia, esa sensación de llegar tarde me entró y me conecté absolutamente más allá de que me pareció una novela compleja de adaptar, sentí una necesidad enorme de hacerlo. Me atreví a hablar con Samanta y ahí empezó todo”.

Claudia Llosa en conferencia de prensa en el SSIFF. Foto: Sayo Hurtado


Pero ya entrando a la película en sí, no deja de extrañar el hecho que su desarrollo parte de un detalle que atrae la atención desde la primera escena con el diálogo mental entre Amanda y David que atraviesa la narración creando un juego de tiempos suficientemente sugerente. Sin embargo, tras esta sorpresa inicial, la historia comienza a refugiarse en una coartada intimista sin esbozar un manejo de la puesta en escena que potencié la necesidad de la historia por crecer en su dimensión más perturbadora.


“Yo creo que a nivel personal, no me anclé en el género porque yo estaba más interesada en lo real y lo psicológico. Es desde ahí que a mí me interesaba construir la tensión, ya que esta no ocurre desde un elemento extraño que viene de afuera, que es lo que suele pasar típicamente en un cine de horror. Esto más bien ocurre desde adentro hacia afuera. Desde ese lugar me sentí muy cómoda porque es así como siempre he realizado mi trabajo”. La directora manifiesta así su necesidad creativa de expresarse desde la posición en la que se siente más libre desde su propia experiencia. Basta con revisar su filmografía y es fácil darse cuenta que ha transitado desde historias de honda crudeza hasta dramas inspirados en representaciones simbólicas, siendo esta suerte de acercamiento al terror algo que no es el terreno habitual en el que se suele mover. Desde luego, hasta cineastas como el brasileño Walter Salles (Estación Central, Diarios de motocicleta) hicieron un esfuerzo por conectarse a la parte más siniestra del género como en Dark Water para instalarse en Hollywood, pero Claudia no parece tener la inquietud por llegar a esas fronteras oscuras y siniestras.


“Quizás fue más en el trabajo de post producción a nivel sonoro donde disfruté descubriendo como se genera la tensión con elementos de la naturaleza y así construir muchas capas a manera de una musicalidad distinta, creando una atmósfera suficientemente diferente para poder seducir y al mismo tiempo mostrar repulsión en esta relación entre Carola y Amanda y generar esa sensación constante de que algo puede pasar. Quizás desde ahí he rozado el género, pero sin entrar de lleno en él. Si he tenido algún referente, lo ha sido el cine asiático y particularmente el coreano, pero me ha costado encontrar referencias que me ayuden a aterrizar la película. Esta idea de la voz en off que dialoga entre los protagonistas, con el espectador y con el actor en pantalla es una tridimensionalidad de la que no encontré muchas referencias al respecto”.


Y con la misma honestidad con la que ella expone su sentir en este acercamiento al terror, también queda claro que no tiene una relación estrecha con él como espectadora, lo cual es totalmente válido y respetable, pero que en el contexto de enfrentar una historia con las particularidades que aborda, le resta la posibilidad de un compromiso mayor para llevarla a una instancia más allá del estilo contemplativo y sosegado con el que ella está más emparentada y al que no desea renunciar:

María Valverde como la aterrorizada madre de "Distancia de rescate"


“Mis películas anteriores siempre están ancladas a la realidad, pero juegan a abrir esas paredes con binomios como la importancia de la memoria versus el continuar, como construir una identidad sin perder nuestra herencia o como pasar la página sin perdonar. Todas esas cosas que tienen que ver con ese difícil balance entre el conservar y el continuar. Yo siempre quiero expandirme y abrir las paredes de lo real y jugar en esos rincones que dejan esos espacios y que nos recuerdan ese espíritu de como nosotros nos relacionamos dentro del mundo en Latinoamérica.


Tenemos esa otra realidad en nuestro imaginario y lo siento, lo vivo, lo conservo y me gusta llevarlo a la pantalla porque nos representa y habla de cómo nos relacionamos con el mundo. En ese sentido, me gusta mantener rígida esa idea alrededor de esto pasa, esto puede ocurrir y esto tiene una lectura científica, pero también tengo esta otra posibilidad de mutar y cambiar y eso es un viaje muy rico que en esta película he explorado quizás como rompiendo la voz en off de algo muy nuevo, descubriendo una capa narrativa muy hipnótica”.

Dolores Fonzi como la enigmática Carola


La exposición de motivos de la cineasta deja en claro más bien, que la distancia entre el título presente y su obra anterior, es más estrecho que su puente con las convenciones del género que intenta abordar. Pero aquel rico juego con voces múltiples sucumbe ante la ausencia de un escenario que no llega a estremecernos ante un exceso de sutileza que le resta la fuerza que la historia reclama. “Para mí, la película tenía que anclarse a todo nivel en lo real y cotidiano, porque habla de los terrores en la vida diaria. Además, propone algo muy concreto y que es: ¿Cuál es la distancia que tenemos con el planeta? Esa es la urgencia que nos demanda el preguntarnos y tomar consciencia de esa otra maternidad que nos acoge. Ese es el eje principal de la película y tiene otras lecturas en el relato adentro del relato que se va combinando. ¿Manda la subjetividad?, ¿Es una pesadilla fruto de la fiebre?, ¿Son los miedos en un estado paranoico? Hay una línea que recorre todo el relato y que está absolutamente anclada a lo real y desde ahí se puede mirar hacia todas las demás capas. Esas grietas son donde me gusta trabajar, pero la película no está propiamente enclavada en el género del suspenso y lo sobrenatural”.

María Valverde, Claudia Llosa y Dolores Fonzi en photocall del SSIFF. Foto: Jorge Fuembuena.


Conforme la trama se va desarrollando, se hace patente que dentro del trabajo de las dos presencias femeninas, es la de Dolores Fonzi la que transmite una mayor complicidad con el espectador al ser un personaje que comunica su propio misterio más allá de la gestualidad y al traslucirse con pequeños detalles que van desde lo físico, como si fuera consciente de su propia capacidad para someter a los extraños con el gesto y la pose adecuada. Otro es el caso de María Valverde, cuya performance llega a rozar la opacidad y no consigue romper una suerte de registro único que carece de contrapuntos incluso en los momentos más álgidos. Pese a ello, la directora tiene su propia percepción de este aspecto: “Dolores tenía un trabajo muy difícil porque tenía que sostener durante muchos días de rodaje un estado emocional muy complicado. En cambio, María tenía un estado físico en el que debía estar muy expuesta. Fue un trabajo de filigrana, pero -al mismo tiempo- de entrega absoluta por el material que trabajamos”.

Actriz Dolores Fonzi en el SSIFF. Foto: Alex Abril


Lo que si no deja dudas es el trabajo con el elenco infantil, en el que los niños que encarnan a los hijos de ambas, se reservan miradas y reflexiones que se acercan más al espíritu de lo que pudo ser y no fue. “Nosotros trabajamos en conjunto siempre con un coach que se encarga de preparar a los niños y luego yo lo hago con ellos en pantalla, pero son chicos que siempre están recogidos emocionalmente durante todo el proceso. Los niños van aprendiendo poco a poco la dinámica de un rodaje y han entrado en esa exigencia y en ese juego, más allá que Emilio Vodanovich sea un actor en todo el sentido de la palabra y es espectacular y preparado”.

María Valverde es Amanda en "Distancia de rescate".


Otro aspecto que aleja a Distancia de rescate del espíritu del género, lo es el introducir temáticas como el ambientalismo y el reencuentro con la naturaleza desde una óptica más de imposición de discurso que obedeciendo a un desarrollo orgánico, denotando más su inclusión como una agenda a cumplir. También hay que destacar los momentos climáticos en los que la narración aborda el delirio y podría haber llegado a causar un real choque emocional sin romper con el deseo de su realizadora por ofrecer una mirada más mediatizada de un universo en caos. “Todo tiene una lectura sobre si esto es real o es un sueño en un estado febril o de si ya estamos en el plano de la muerte y este diálogo ocurre segundos antes de morir. Yo cada vez que enfrentaba una escena me colocaba en un lugar, pero no negaba el otro. Yo me ocupaba de que tu recorras las 6 capas de la novela en la película y que ninguna niegue a la otra y eso fue para mí el reto más importante: sostener esa voz en off y esa porosidad, esa sensación de tensión, pero al mismo tiempo dar la información para no perderse y sostener el caos. Todo eso es un equilibrio muy curioso”.

María Valverde, Claudia Llosa y Dolores Fonzi en conferencia de prensa en el SSIFF. Fotos: Sayo Hurtado


Sin embargo, lo que detalla la directora son instantes en los que ni siquiera hubiera necesitado apelar a lo visceral y explícito que le es tan poco afín, pero si buscar el impacto desde una composición de encuadres que, desde lo fotográfico y la dirección artística, transmitiera con sutileza ese horror al que Robert Eggers, Ari Aster o James Wan consiguen llegar sin ofrecer un baño de sangre. Caso contrario, el resultado termina siendo un ejercicio en el que Claudia Llosa manifiesta más su lejanía con el suspenso acaso con la misma imposición con la que la música de Mar de Copas aparece en un contexto totalmente ajeno a la historia.


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