"Soy inocente", "Salir del closet" y "Una aventura gigante" son propuestas muy disímiles pero que nos dan una idea de la oferta del cine nacional en salas comerciales en este arranque del año.
"SOY INOCENTE" de Pedro Flores Maldonado: Quisiera poder decir que el tándem "creativo" formado por este director y la actriz/guionista/productora/escritora Yiddá Eslava y su pareja, Julián Zucchi, ha decidido tomar caminos diferentes tras perpetrar comedias como "Sí, mi amor" (2020) y "¿Nos casamos? Sí, mi amor" (2022), pero el presente título no es más que la reiteración de todos los vicios en los que han incurrido anteriormente, además de algunos "agregados" que solo ahondan el oscuro camino por el que transita su visión de un humor básico más acorde con la cultura de los sketches televisivos de los 80 y 90.
En esta oportunidad, la historia rompe con la saga amorosa con la que la protagonista se ha hecho conocida y ahora es Sofía, la camarista del "lujoso" Hotel Colonial (que más parece un albergue campestre). A su habitual torpeza se suma un gran enredo al acudir a limpiar la habitación del cantante argentino Pablo Ruiz y descubrir que ha sido asesinado. Lo que viene luego es el detonante de la trama con la muchacha que, presa de los nervios, piensa que será culpada del hecho y busca la complicidad de su compañera "Mamé" (Mariella Zanetti) para limpiar la escena del crimen y deshacerse del cadáver, siendo asediadas por la presencia de más de un sospechoso.
Este intento de hacer humor en base a la comedia física no busca referentes en Buster Keaton ni mucho menos en "Los 3 chiflados", sino en la cultura del "apanado" que es tributaria de programas como "Risas & Salsa". Súmenle a ello el pobre recurso de parafrasear a "Chespirito", cameos con cantantes populares (Rossy War y Eva Ayllón), y engrosar el elenco con figuras de la comicidad latinoamericana como el mexicano Edgar Vivar y créditos nacionales como Rodolfo Carrión (a) "Felpudini" o Patricia Portocarrero -convertida en un personaje de feria- para buscar llenar las salas por default, intención que es la misma que el título de marras, que se aferra a la famosa frase de un ex presidente preso por haber sido trend topic en redes. Después de haber visto "Glass Onion: A Knives Out Mystery" es imposible seguirle la cuerda a un producto que lleva al género de misterio a terrenos por debajo de ejemplos primarios como "Chabelo y Pepito detectives" (1974).
"SALIR DEL CLÓSET" de Alberto Castro: Con su anterior documental, "Invasión Drag", este director había demostrado manejar con fluidez y desenfado este formato a partir de un registro sobre la llegada del elenco del reality del artista drag queen RuPaul a Lima, rompiendo la monotonía y el formalismo por la frescura con la que se acercaba a los protagonistas. Esta vez, la idea parte de una vivencia personal del mismo Castro, quien a partir de una ruptura amorosa reflexiona acerca del significado real de asumir la homosexualidad ante la sociedad pese al rechazo de muchos miembros del entorno más cercano.
Así, "Salir del clóset" reúne múltiples testimonios que dan fe de ello y que grafican el duro camino por el que transitan tantos hombres en esa condición. En calidad de documento que busca la empatía y el acercar un tema incomprendido a una sociedad conservadora como la nuestra, la película cumple a cabalidad ese propósito educativo e invita al espectador común a asimilar un debate que ya no debería generar resistencias.
Sin embargo, y a pesar de lo loable de sus intenciones, el documental tiene una fórmula narrativa en la que renuncia a la mirada cinematográfica para centrarse en los testimonios con una puesta en escena que se hace repetitiva y redundante, acercando más su hechura a la de un reportaje televisivo. Y es que el hecho de empezar cada entrevista en la puerta de la vivienda del personaje de turno y ejecutarla en la habitación de éste, crea más una sensación de monotonía que de intimismo con el espacio que define a quien habla, además de estar ausente un imaginario visual que eleve el impacto de las revelaciones.
Una vez más, quiero ser enfático en que una película no es el mensaje sino la idea cinematográfica que engloba un todo. El dejar de lado aquel aspecto le quita riqueza y capacidad de sugerencia a un vehículo que pudo ser más potente en su afán por reivindicar con justicia al colectivo LGTB, pero que parece empezar una y otra vez con cada testimonio.
Director Alberto Castro rodeado del elenco de "Salir del clóset". Foto: Sayo Hurtado
"UNA AVENTURA GIGANTE" de Eduardo Schuldt: Si bien este director abrió la veta del largo animado en nuestro país y Latinoamérica desde "Piratas del Callao" (2005), lo cierto es que el efecto de novedad respecto al formato ya no es el mismo que en aquellos años debido a la fuerte competencia a nivel mundial, y no estamos hablando solo de Hollywood. La sofisticación de la animación contemporánea deja abierta una pregunta, ya que la calidad del trabajo presente no se hace sostenible para un espectador acostumbrado a una experiencia de alta tecnología que puede hacer ver este esfuerzo nacional como algo rudimentario en la comparativa.
El otro aspecto a tomar en cuenta es la calidad de los guiones. Si el público infantil ya consume historias del standard de "Pinocho de Guillermo del Toro", "Gato con botas: El último deseo" o "Turning Red", tramas que incorporan a la aventura la mirada de aquel público joven y con cierta complejidad, el tono demasiado pueril e inocentón de "Una aventura gigante" deja más de una duda como escrito. Así, tenemos a la adolescente Sophia y al pequeño Sebastián, quienes llegan accidentalmente en una avioneta sin control a un reino mágico en el desierto de Nazca y tendrán que detener con la ayuda de unas extraordinarias criaturas o "Guardianes" a un demonio llamado el "Supay", quien quiere acabar con la humanidad.
A pesar de que el personaje de Sophia tiene un trauma por la pérdida de su madre, sus conflictos personales solo se reducen a un par de estados de ánimo, mientras que Sebastián es el "chico problema" que debe causar risa por los enredos que naturalmente suscita, pero ambas creaciones no pueden escapar del halo de solemnidad en el que cae la narración por diálogos impostados y poco imaginativos, algo que es más notorio en sus gigantescos aliados. Similar reflexión haría por la elección de Diego Dibós (ex cantante de la banda TK) para interpretar y componer el tema principal, ya que a estas alturas su estilo suena anticuado si tratamos de imponerlo como un referente "juvenil" (no estoy sugiriendo que busquen a Maluma o un símil, por si acaso).
En el saldo, esta producción nos deja más dudas que certezas, pero es obvio que el esfuerzo tanto en capital humano como económico que conlleva, obliga a replantear los objetivos del género animado en nuestro país, ya que si de lo que se trata es de satisfacer solo una expectativa a nivel nacional, pues la evolución cotidiana de la tecnología y el público le puede otorgar un certificado de defunción al modelo si no se busca su pronta renovación con ojos del siglo XXI.
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