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[CRÍTICA: “Da 5 Bloods” de Spike Lee]

Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" HurtadoGonzalo "Sayo" Hurtado

Actualizado: 8 jul 2022

El regreso a Vietnam de un grupo de veteranos afroamericanos de la guerra que se libró ahí, es el nuevo campo de experimentación del siempre polémico director Spike Lee en una historia en la que cede más a la tentación de referenciar al género bélico con no poca sorna, pero sin redondear su premisa reivindicacionista más allá de las intenciones.


Desde el inicio, poderoso e intenso, con un collage que nos resume mucho del sentir de la comunidad afroamericana durante la Guerra de Vietnam -con imágenes de archivo que entremezclan las voces de Martin Luther King, Malcolm X y Muhammad Ali con registros sobre la represión policial y el acallamiento de protestas con saldo mortal como en la Universidad de Kent-, el director contagia su indignación y hace puente con el momento actual, como si todo lo vivido anteriormente no fuera suficiente para entender la raíz de un problema que cambia de escenarios, pero que en el fondo es el mismo. Inmediatamente, la presentación empata con el viaje que 4 amigos emprenden al país donde combatieron décadas atrás.


Paul (Delroy Lindo), Otis (Clarke Peters), Eddie (Norm Lewis) y Melvin (Isiah Whitlock Jr.) se juntan en lo que parece un reencuentro de cálida camaradería, pero que tiene dos propósitos: recuperar los restos del líder de su pelotón, Norm (Chadwick Boseman), y rescatar un tesoro en oro que descubrieron en la jungla durante una sangrienta escaramuza y que permanece enterrado.


La primera hora resulta más didáctica por confrontar a los ex comandos en madurez con la vista de un país que parece haber superado el trauma de la guerra. Los paseos por el Hanoi nocturno y la convivencia en lo que una vez fue un escenario corrompido, muestran a una economía renovada y en crecimiento, aunque la desigualdad aún se hace sentir. Aunque poco a poco vamos interiorizando a cada personaje desde su propia perspectiva, Paul es el que más se hace notar por su discurso furibundo, su resentimiento y su gusto –contradictorio- por líderes como Donald Trump. No es mucho lo que sabemos de cada uno desde el final de la guerra más que se ganan la vida honradamente en Norteamérica con mayor o menor fortuna.


Desde luego, sus puentes emocionales con Vietnam son variables, pero lo que menos busca el director es una suerte de mirada idílica o reduccionista sobre lo que a todos ellos les tocó vivir ahí, siendo más bien evidente que a medida que comienzan a hacer las coordinaciones con colaboradores locales para repatriar los restos del amigo caído, esto más bien enmascara el real propósito que es hacerse del tesoro que les dará, no bienestar para vivir bien en el día a día, sino el lujo y riqueza que creen merecer por haber peleado una guerra que les era ajena desde la mirada social. En este punto, el lucro como rasgo distintivo del capitalismo, será lo que Spike Lee explorará como detonante de la descomposición moral del grupo conforme se acerquen a su objetivo.


MIRADA AL GÉNERO

Ya desde las escenas en las que los veteranos se relajan en discotecas, vemos encima de la tarima del DJ un afiche con la inconfundible gráfica de Apocalipsis Ahora, el clásico de Francis Ford Coppola, dejando sentada la intención del realizador de pasar repaso por el género bélico en un ánimo de desmitificación de los códigos de guerra y de cualquier atisbo de glorificación de la figura del hombre militar.


Los recuerdos del momento en que los amigos descubren el oro, cuando el helicóptero en el que viajan por la selva es derribado por el vietcong y se trenzan en una feroz balacera en tierra, transmiten un ánimo anti-épico con evidentes referencias a muchos subproductos de la factoría italiana de cineastas como Antonio Margheriti o Enzo G. Castellari, con violentos zoom propios del cine clase “B”, el clásico balazo en el ojo de las producciones baratas que solo buscan morbo y cuerpos cuya sangre explota acaso como una celebración tarantiniana. Todo ello con un fondo musical de vocación “heroica” que no hace sino escarnio de la acción para mofarse de las gestas militaristas y las exaltaciones patrióticas.


Esta idea se manifiesta en el desarrollo y resolución de la historia, cuando la mirada costumbrista desaparece ante el horror prácticamente gore con el que las huellas de la guerra renacen. Cuando el caos se apodera de la acción, Paul se refugia en la selva -¿acaso como el cabo Fife (Adrien Brody) de La delgada línea roja?- y su delirio se exacerba hablándole a la cámara, como si la entrega ciega a la esperanza capitalista en la que él confía, lo llevara a la irracionalidad como infectado por un virus.


Atrincherados en un antiguo templo en la jungla, sus compañeros –cual alegoría de los combatientes en pausa en Rescatando al Soldado Ryan- esperan una confrontación final cuyo desenlace termina siendo simbólico y más una sublimación de la consigna solidaria de la que el grupo se apartó. Spike Lee demuestra su maestría en el manejo de la puesta en escena y en la exposición de su furibundo discurso político, pero acaso su aventura bélica no consigue concatenar por completo esa contundente realidad documental que grafica con su afán por traer abajo el mito del hombre heroico en guerra y la desmitificación del género bélico con personajes que solo sugieren verbalmente y con lejanía, el real daño que sufrieron como una minoría explotada en favor del establishment.


La segunda parte de «Da 5 Bloods» se desdibuja guiada en ese afán, quedando la reivindicación de la comunidad afroamericana flotando más en boca de los personajes históricos que cita. Por supuesto, una obra no tan redonda de un cineasta como él, será mil veces mejor que cualquier producto promedio de cartelera, quedando la presente película más como una exposición de intenciones que como la conjunción de denuncia social e idea cinematográfica que si ha conseguido plasmar en muchas de sus historias precedentes.

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