La biografía de un personaje tan polémico como el multimillonario Donald Trump no podía evitar sus muchos excesos ni cotidianos dislates. Pese a ello, este biopic no se ceba en esos aspectos tan resaltantes, tomándose su tiempo para analizar a una bestia en constante evolución (o involución) hasta llegar al perfil que todos conocemos.
Más allá de la posición personal de cada quien hacia identidades políticas como Donald Trump (o símiles como el argentino Javier Milei o el brasileño Jair Bolsonaro), se trata de expresiones que surgen en momentos de crisis nacional, pero más como un discurso de radicalidad y conservadurismo que de cambio real y unión fraterna. En dicho contexto, nadie podrá negar que son personalidades cuyas endiabladas aristas son una materia prima que se transforma en oro puro para cualquier cineasta empeñado en reflejar en la gran pantalla a un personaje tan cuestionado como contradictorio.
El director iraní Ali Abbasi (radicado hace buen tiempo en Suecia) tiene una mirada centrada en los conflictos étnicos y en los cuestionamientos hacia cada sociedad desde sus sentires profundos. Como ejemplo de ello tenemos dramas embebidos de horror como “Shelley” (2016), comedias negras como “Border” (2018) o sorprendentes acercamientos al policial negro como en “Holy Spider” (2022), que lo llevó a regresar a su tierra natal con válidos cuestionamientos desde la perspectiva de una investigadora periodística que busca atrapar a un asesino de prostitutas. A partir de esa sensibilidad, Abassi recibió el encargo de la pequeña productora Gidden Media para realizar este biopic coproducido entre Canadá, Dinamarca e Irlanda, con un exiguo presupuesto de US$ 15 millones y rodado enteramente al otro lado de la frontera gringa (¿Para evitar herir susceptibilidades, tal vez?).
DE APRENDIZ A MAESTRO
Parafraseando al famoso reality que Trump presentó con mucha jactancia en la CBS entre 2004 y 2017, “El aprendiz” empieza con un taimado y dubitativo protagonista (Sebastian Stan, demostrando que está para mucho más que el universo Marvel), tratando de hacerse un nombre en los negocios inmobiliarios de la escena neoyorkina de los 70, a la par que empieza a sumergirse en círculos sociales en los que no es más que un novato acogido fraternalmente por verdaderos “tiburones” del mundo financiero, quienes lo ven como una suerte de “padawan” al cual moldear como plastilina para complacer sus propios egos. En este tramo inicial, más de uno se extrañará al no reconocer los ademanes y gestos habituales de un Trump atrapado en la medianía de un negocio familiar que no despega y, cuya mediocridad, contrasta con la no poca soberbia de un padre que le inculca el deber de ser una suerte de “asesino” para destacar como empresario.
Ali Abbasi hila fino al momento de graficar a una personalidad en ascenso, contrastando los tumbos e inseguridades de su observado con el ritmo frenético de una ciudad que marca la delgada línea entre triunfo y fracaso de sus habitantes. Así, con una edición pulcra y metódica desde la óptica de las cámaras caseras de Súper 8, el ambiente que lo rodea encuentra su reflejo entre tonos grises y claro oscuros, evitando cualquier intento de embellecer la imagen y optando más por la crudeza del grano duro del celuloide, lo que contrastará luego con la frialdad del vídeo con cámaras de tubos de los 80 en los tramos finales de la trama.
Conforme la historia avanza y vamos descubriendo al Trump enfermizo y delirante desde pequeños gestos que son el anticipo de su expresión actual, su prédica económica se reduce a la del oportunista que ante la imposibilidad de surgir en los negocios con real entendimiento del mercado, opta por sumergirse en el lado oscuro y buscando el beneficio hasta de la quiebra, cobijándose en argucias legales y saltándose a la garrocha los beneficios sociales de los peones que son las hormigas de su imperio económico. Trump es representado como un monstruo en ascenso que ha sido subestimado por sus propios mentores y que al tener menos pudor y más cálculo que ellos, los supera en maquiavelismo, codicia y escasos escrúpulos.
EL PADRE DE LA CRIATURA
Es aquí donde la figura del abogado Roy Cohn (notable Jeremy Strong), personalidad destacada de los negocios turbios y con una vocación innata por la polémica al haber sido un asiduo colaborador del Senador Joseph McCarthy en su cruzada anti-comunista en los 50, además de haber sido una figura clave en los juicios contra Joseph y Ethel Rosenberg que los llevó a la silla eléctrica en 1953 por acusaciones de espionaje poco claras, cobra gran relevancia al compartirle al joven Trump los principios de su cínica filosofía, ignorando que el pupilo superará largamente al maestro en mezquindad. Así, Cohn, que escasa empatía podría generar con cualquier alma humanista, termina siendo un ángel caído ante la comprobación de lo letal que resulta su credo sin alma. Se trata de un personaje que ya ha sido retratado en el fulgor de su auge y decadencia por James Woods en el telefilme "Citizen Cohn" (1992) y por Al Pacino en la miniserie "Angels in America" (2003) y que podría ser un gran favorito al Oscar a Mejor Actor Secundario.
Otros aspectos de la vida de Trump como la relación con Ivana (Maria Bakalova), su esposa de origen checo, lejos de enmarcarse en una historia de amor, no es más que la crónica del encuentro de personalidades megalómanas, con ella anteponiendo su beneficio económico, y él, buscando tan solo coronar un rol al tener como compañera a un objeto de deseo que será solo la punta del iceberg que delatará apetitos que lo han llevado a más de un escándalo sexual. Otras obsesiones suyas, como perder peso sin dietas y esconder su cada más creciente calvicie, son solo la expresión de pulsiones que han marcado su psicología conforme su emporio se ha acrecentado hasta llevarlo a un nivel de soberbia que lo convence que es una suerte de “elegido” para liderar su país desde un pensamiento retrogrado.
Por supuesto, y ya que el aludido se encuentra en plena campaña política en una contienda codo a codo con la demócrata Kamala Harris, muchos interpretarán malamente el cálculo de estrenar esta producción en medio de esa coyuntura. Pero seamos justos: el retrato ofrecido no hace sino explicar aquellas locuras en las que Trump suele incurrir en los medios sin pudor alguno, siendo el director Abbasi una pieza neutra en el teatro de la política norteamericana y, cuya versión, difícilmente hubiera sido asumida por un cineasta estadounidense. ¿Sería demasiado pedir que alguien se anime a hacerlo con algunos de sus símiles latinoamericanos?
*La película ya se encuentra en cartelera
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