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[CRÍTICA: “Godzilla vs Kong” de Adam Wingard]

  • Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" Hurtado
    Gonzalo "Sayo" Hurtado
  • 6 abr 2021
  • 5 Min. de lectura

El momento climático del “Monsterverse” de Warner Bros finalmente llega con el duelo entre dos de las más temibles bestias del cine: Godzilla y King Kong. Sin embargo, y a pesar de los efectos especiales, el esperado encuentro deja sabor a poco y más por la poca consistencia del factor humano.

Tanto Hollywood como la factoría japonesa de la Toho tienen responsabilidad compartida en el desarrollo de monstruosas criaturas en la historia del cine. Desde el King Kong de 1933 con el que Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack dieron un componente nuevo a las aventuras fantásticas, o el Godzilla (1954) de Ishiro Honda que canalizó todos los traumas que dejó el bombardeo nuclear en Hiroshima y Nagasaki, ambas películas trajeron consigo una seguidilla de filmes que instauraron por décadas una tradición de las más celebradas en el cine de entretenimiento.


Sin embargo, la posibilidad de enfrentar a los 2 colosos solo se había dado desde el imaginario japonés, cuando el mismo Ishiro Honda hizo el temerario cruce en Kingokongu Tai Gojira (1962), donde la amenaza del reptil nuclear obligó a un grupo de científicos a traerle al temible simio desde su isla natal para ponerlos frente a frente con la esperanza de que se acaben mutuamente. La aventura dio más para la risa ante los limitados f/x que evidenciaban a dos individuos disfrazados, sobre todo en el caso de Kong, cuya caracterización desafiaba el ridículo todo el tiempo, lo que no impidió que la película fuera un éxito de taquilla.

"El primer encuentro de los colosos en "Kingokongu Tai Gojira" (1962) de Ishiro Honda"


La aventura renace


En torno a este renacimiento de las célebres bestias con el Monsterverse diseñado por los genios de Warner, hay más de una contradicción que era fácil prever desde obras precedentes como el King Kong (2005) con el que Peter Jackson rindió homenaje al clásico de los 30 –absolutamente sólido en su conjunto-, además del fallido Godzilla (1998) del cineasta industrial Roland Emmerich, caótico tanto en su dimensión de aventura como en la de comedia.


Y es que cuando esta nueva saga dio inicio con el Godzilla (2014) de Gareth Edwards, el tono oscuro de la historia en conjunción con una criatura que responde a la idea de un milenario guardián con la misión de mantener el equilibrio en el planeta, le dio dignidad y sentido al monstruoso personaje. En esa misma línea, Kong: Skull Island (2017) de Jordan Vogt-Roberts logró la amalgama adecuada entre aventura y drama al proponer a personajes reales y no meras comparsas de turno en el elenco.

"Los episodios iniciales del Monsterverse: "Godzilla" (2014) de Gareth Edwards y "Kong: Skull Island" (2017) de Jordan Vogt-Roberts"


Duelo de titanes


El problema comenzó a surgir en el episodio precedente: Godzilla: Rey de los monstruos (2017), trama que para solucionar la pelea entre el gran lagarto y el terrible King Ghidorah, introdujo la mirada infantil de la pequeña Madison (Millie Bobby Brown), pero que en el saldo solo trajo un reciclaje con un tono de “New Age” de muchos momentos de las producciones japonesas de los 60.


Y es pues tan terrible precedente el que desdibujó la saga bien llevada inicialmente y nos trae al terreno de análisis de la presente entrega, en la que el misterio en torno a las 2 criaturas se pierde por completo. Mientras Godzilla ataca las instalaciones de un laboratorio de la compañía APEX en Pensacola, mostrando su inexplicable furia contra el hombre, Kong es monitoreado desde su refugio en la isla Calavera, donde un equipo científico de Monarch lo tiene bajo estrecha vigilancia.

Preocupados por la arremetida del enorme reptil, APEX organiza una expedición marina que escolta al simio hasta la Antártida a fin que este encuentre el camino hacia la ignota “Tierra Hueca” donde se halla una gran fuente de energía, la que podría ayudar a vencer a Godzilla. Por supuesto, a lo largo de esta ruta y una vez cumplido el propósito, es que tendrán lugar los duelos entre las 2 criaturas en una suerte de milenaria rivalidad entre titanes, pero también aparecerá una versión mecánica mejorada del colosal saurio (“Mechagodzilla”) y que forzará una batalla final en Hong Kong.


Detrás de la gran lucha


Si bien el director Adam Wingard ha tratado de “humanizar” a ambos monstruos tratando de reflejar en sus expresiones un grado de emotividad ausente en episodios anteriores, no deja de llamar la atención el hecho de que el tono de la historia se aleja de lo oscuro y siniestro (algo raro en un cineasta cuyo toque personal se asocia al thriller y el horror), convirtiéndose más bien en el reflejo de una “foto Benetton” que trata de mostrar una imagen inclusiva desde un casting multirracial, pero que termina siendo una vista hueca que resiente a la trama por su superficialidad.


El efecto de contar con un elenco coral en el que nadie sobresale demasiado por encima del resto, juega más a la absurda idea de reunir a una “pandilla” que ha de salvar al mundo y en la que da lo mismo ser un “reputado” científico (el sueco Alexander Skarsgård y la británica Rebecca Hall), como un afiebrado influencer (Brian Tyree Henry) o una pareja de adolescentes freakies (Julian Dennison y Millie Bobby Brown), siendo esta aparición de la nueva niña prodigio de Hollywood más olvidable desde la chacota de una teenager incomprendida y cediendo el lado místico que poseía en el episodio anterior en favor de la pequeña sordomuda Jia (Kaylee Hottle), quien hace de puente comunicativo con el gran simio.

"Maya (Eiza González), Walter Simmons (Demián Bichir) y Madison (Millie Bobby Brown)"


La parte siniestra queda depositada en el binomio mexicano formado por Demián Bichir y Eiza González, quienes en sus roles del CEO de APEX, Walter Simmons y su hija Maya, encarnan la dimensión “diabólica” de la clase empresarial, o lo que es peor, llegan incluso (en el caso de Bichir) a emular a una figura de “científico loco” digna del peor cliché. De todo el conjunto de actores citados, el grueso de ellos tiene una dimensión tan plana como personajes que bien podrían haber sido reemplazados por cualquier otro intérprete y el efecto podría ser el mismo.

"Josh (Julian Dennison), Jia (Kaylee Hottle) y Nathan Lind (Alexander Skarsgård)"


Siendo los momentos de pelea los más vistosos de la película (la escena del combate en alta mar y el momento decisivo en Hong Kong), ello deja la sensación que todo el resto del metraje alrededor es prescindible y hasta monótono. A los problemas ya citados, hay que añadir un argumento central que hace eco del delirio actual por las teorías conspirativas y de la pseudociencia en torno a la existencia de una “Tierra Huecaque suena a terraplanismo puro. Si bien la ciencia ficción tiene la licencia de jugar con lo absurdo, en este caso, el plot principal parece más bien que tomara de tonto al espectador con una trama tan básica como los “postulados científicos” que la sostienen.

Otro detalle fallido que la producción arrastra (y que reitera desde Wonder Woman 84 como si fuera un pedido expreso de Warner Bros), es la vocación por citar a otras grandes producciones, lo que no tendría nada de malo si no fuera por el hecho que ante la pobreza del guión, dichas citas quedan solo como adornos vacuos y en algunos casos, hasta ridículos (los hay desde Tiburón, Duro de matar y el momento cumbre de E.T: El extraterrestre, con los dedos de Kong y Jia imitando a los de Elliott y los del pequeño alienígena). Mención aparte el que el mico descubre una suerte de hacha poderosa que en el fragor del combate sugiere a un superhéroe de la Marvel. Sin comentarios.


La sensación final de Kong vs Godzilla es la de un momento cumbre de la saga que deja un sabor a poco. La expectativa creada desde los episodios anteriores ha sido prácticamente traicionada y lo que pudo ser algo más que un taquillazo solo justificado por el deseo del público de presenciar semejante duelo, solo suena a un compromiso comercial escasamente imaginativo. El recuerdo de Godzilla vs Mechagodzilla (1974) de Jun Fukuda –en la que esta película se inspira- es más grato a pesar de lo artesanal de sus efectos.

"El momento estelar en el que ambas criaturas se ven ante Mechagodzilla"

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