[CRÍTICA: “La Sustancia”, de Coralie Fargeat]
- Gonzalo "Sayo" Hurtado
- 20 ago 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 oct 2024
Ganadora a Mejor Guión en el Festival de Cannes y con no poca polémica, esta controvertida producción –exagerada por donde se le mire- ha sido proyectada en la edición 28 del Festival de Cine de Lima. Del saque, la función trazó una línea divisoria entre quienes la ven solo como un divertimento recargado y quienes la elevan como obra de culto.

Ya no resulta nada raro que los grandes festivales, aparte de ser un coto para el cine de autor y promover narrativas más allá de la simple oferta comercial, de cuando en cuando deban echar mano de producciones que buscan más el escándalo y la bulla para posicionarlos mediáticamente entre las nuevas generaciones. En ese calculado gesto, el jurado de la última edición de Cannes (encabezado por Greta Gerwig) no tuvo mejor idea que poner a esta producción de la francesa Coralie Fargeat como ganadora a Mejor Guión, aun cuando más de un cronista anticipaba antes de la entrega del palmarés, que era una película menor.
Por esas rarezas de la cartelera limeña, en 2017 pudimos apreciar “Revenge”, Ópera Prima de esta cineasta, con una bella muchacha tratada brutalmente y que renace con un ánimo de venganza contra sus atacantes, producción embebida del buen cine de acción y que visualmente echaba muchas luces sobre el futuro de su directora. Valgan verdades, a pesar de su buena factura, fue valorada más en los círculos independientes que por el gran público, señal de que la Fargeat se propuso salir de ese nicho para conquistar a las masas –a como diera lugar- con su siguiente largo.

"Revenge" (2017), el prometedor debut de Coralie Fargeat.
EL GUIÓN QUE CAUTIVÓ A CANNES
La historia parte con Elizabeth Sparkle (Demi Moore), una veterana conductora de un programa de fitness con halos ochenteros que es despedida para buscar una reemplazante mucho más joven. Desconsolada por el final de un ciclo que determina un futuro poco glamuroso en el corto plazo, ella es tentada de usar un producto rejuvenecedor –pero comercializado casi clandestinamente- llamado “la sustancia”, la que hace nacer del cuerpo del usuario un clon rejuvenecido (Margaret Qualley) que ocupa el lugar del titular por una semana, alternándose la consciencia del “afortunado” desde entonces en una doble vida entre un cuerpo joven y uno envejecido. Pero ojo, el no respetar el tiempo hace que el yo real envejezca aceleradamente hasta ser un anciano/a en pocas semanas y sin esperanza alguna de regenerarse, saliendo a flote una mortal dependencia que tiene como destino final la locura al desafiar las reglas del mentado producto.

Elizabeth Sparkle (Demi Moore) en busca de la juventud perdida.
El inicio (al menos la primera media hora) resulta la parte más interesante de la película a pesar de lanzar los primeros indicios de los excesos tanto a nivel visual como narrativo en los que la trama se verá invadida luego. La urgencia y la premura de una estrella por recuperar la juventud perdida tiene un correlato en la vida real con artistas impacientes por recurrir al colágeno, ácido hialurónico, bótox, cirugías estéticas e implantes y con resultados que denotan más bien un tipo de psicopatía que ya se vuelve un rasgo distintivo de estos tiempos. Es ahí donde la directora pone el ojo oportunistamente para buscar el impacto en la masa antes que buscar desarrollar una suerte de reflexión al respecto, siendo su mayor preocupación el presentar el problema desde una estética publicitaria con ademanes que nada tendrían que envidiar a cineastas como Adrian Lyne (Propuesta indecente, Atracción fatal).

¿MUCHOS INGREDIENTES HACEN UNA GRAN SOPA?
El valor real de la película de Coralie Fargeat no deriva de una crítica social al problema que aborda (en realidad, solo lo insinúa), sino en la acumulación de referencias que van configurando un universo grotesco y desbocado, camino en el que su producto se convierte en un gran balde en el que vuelca a su libre albedrío y escaso pudor referencias directas a mucho horror cutre de los 50 y los 60, hasta ejemplos más contemporáneos que abarcan desde “La Cosa” (1985), "Hellraiser"(1987), el “Braindead” (1995) de Peter Jackson y mucho de la parte más visceral de Paul Verhoeven, Darren Aronofsky, David Cronenberg, M. Night Shyamalan y Brian De Palma, hasta momentos robados de “La muerte le sienta bien” (1992) de Robert Zemeckis para dar forma a un “Body Horror” de impacto fácil y pirotécnico, pero escasamente imaginativo (solo así se explica la presencia de un Dennis Quaid reducido al nivel de una caricatura).

Sue (Margareth Qualley) el oscuro -y sangriento- objeto del deseo de "La sustancia".
En este punto quiero ser enfático: es cierto que las referencias pueden ser celebradas y llegan a enriquecer una película, pero siempre y cuando se den en el marco de una historia con vida propia y con espíritu autónomo más allá de las citas que convoca. En el caso presente, son apuntes huecos tomados para llenar los baches de una trama que solo aspira a exaltar esa fascinación por una estética del asco y la náusea en la que algunos ojos privilegiados pretenden descubrir un sentido de “arte” que ya parece un pasaje del cuento “El traje nuevo del emperador” de Hans Christian Andersen. Más allá del morbo de celebrar la progresiva degeneración física de una sex symbol como Demi Moore, la historia opta por el exceso absoluto cuando pudo tomar un camino más anclado a un espíritu vampírico que celebrara a los géneros en lugar de usarlos como disfraz de ocasión.

QUIERO GANAR MI PRIMER MILLÓN
El derrotero de “La sustancia” termina siendo un pastiche esquizofrénico y tortuoso cuya búsqueda no es celebrar la cinematografía ni el camino de vanguardia alguna, sino un modelo de producción que puede brindarles las claves de cómo construir un “gran éxito”, haciendo la salvedad que los realities más infames también están embebidos de eso. Por lo pronto, nadie duda que después de su estreno en el Festival de Cine de Lima, tendrá un gran suceso comercial en cartelera durante su estreno en setiembre de este año.

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