[CRÍTICA: "Napoleón" de Ridley Scott]
- Gonzalo "Sayo" Hurtado
- 16 dic 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 17 dic 2023
El ambicioso proyecto que trae de vuelta a uno de los genios militares de todos los tiempos, ha encendido un debate que contrapone al cine como espectáculo con el rigor histórico. Aquí las sumas y restas de esta producción que ha bajado sus bonos como una de las grandes animadoras de la temporada.

Este director británico proveniente del cine publicitario, no ha dejado que esa huella empuje su trabajo a encerrarse bajo una estética chillona o de colores vivos que si ha marcado a otros colegas suyos. Más bien, ha exaltado su predilección por las atmósferas oscuras y tenebrosas tanto en el terreno de la ciencia ficción ("Alien, el octavo pasajero", "Blade Runner") como en el drama ("Lluvia negra", "Hannibal"), pero también mostrando un marcado gusto por las historias épicas y el contexto histórico, lo que supone un ejercicio de sumas y restas en el que hay mucho por desmenuzar.
El debate suscitado por las muchas imprecisiones históricas en las que el director ha incurrido en esta versión ha provocado un duelo de opiniones encendidas de un lado y del otro. Ridley Scott recrea el biopic desde el ascenso y caída del gran Corso (Un Joaquin Phoenix más reposado que de costumbre) como genio militar, mostrando su meteórico paso de Primer Cónsul a Emperador en su intento por devolver la gloria a Francia, enfrentada en un duelo geopolítico de siglos contra el imperio británico. La puesta en escena, aunque parte de un estilo clásico y elegante propio de las producciones de época, encuentra su válvula de escape en las escenas de batalla, donde las coreografías resultan de un nivel de minuciosidad y estilización tan complejo, que pone de relieve la visión de un director empeñado en involucrar al espectador con una capacidad tan fascinante desde lo estético como sensorialmente brutal.

Los cuestionamientos empiezan a partir de la opción narrativa. Si bien en la vida real Napoleón Bonaparte fue un personaje taciturno y reservado en muchos aspectos (pero también irascible y rabioso en sus momentos más álgidos), la visión de Scott lo encierra en una dimensión en la que es difícil discernir sobre la naturaleza real de su genio militar al mostrarlo como un tipo atrapado por su poca comunicación, básico en más de un sentido, ajeno a la habilidad política de su círculo de amigos y consejeros, además de prisionero de la pasión por su amada Josephine (una sugerente Vanessa Kirby), reduciéndolo casi como un pelele que es capaz de abandonar una campaña militar para acudir en su búsqueda, no perdiendo ocasión de someterlo a una mirada satírica que lo lleva incluso al ridículo, algo que no le sentó nada bien al público francés, y más aún, viniendo de un realizador británico.

En cuanto a las imprecisiones históricas que tantas iras santas han provocado, objetarlas a "Napoléon" (a pesar de su evidente grosería) nos obligaría a un ejercicio en el que no quedaría nada en pie. Títulos anteriores de Scott como "Gladiador", "Kingdom of Heaven" y hasta la magnífica "Robin Hood" podrían poner de cabeza a un historiador por sus notorios yerros y libertades, pero con la salvedad de que es más sencillo hacerlo en el contexto de sucesos que el espectador común no tiene frescos en la memoria. En este punto es importante resaltar que el director ha manifestado en más de una oportunidad su derecho a hacer del cine un espectáculo por encima de la exigencia de llevar sus ficciones a la naturaleza de la verdad histórica más pura.

El problema es que cuando Scott toma esta opción en "Napoleón", asistimos a una suerte de híbrido en el que el rigor que salta desde la cuidada dirección de arte de la época y algunos aspectos formales de la puesta en escena, se estrellan como una bomba de neutrones a la vista del protagonista siendo testigo de la ejecución de María Antonieta (lo que nunca ocurrió) o el "cañoneo" de las pirámides de Egipto (algo impensable para un confeso amante de la historia y las ciencias), detalles que como ya he explicado, son prerrogativa de cada cineasta, aunque en este caso, la provocación de semejante ruido mediático era previsible y se sabía que podía generar un debate por fuera con un impacto negativo, sobre todo en Francia, país en el que por su alta calidad educativa hasta un alumno de primaria se sabe a pie juntillas todos los detalles de la vida de tan controvertido personaje. A la vista de ello, en los Globos de Oro solo ha conseguido ser ignorado y de cara al Oscar solo le queda la esperanza de figurar en alguna categoría técnica.
En la comparativa, esta versión queda muy por debajo de propuestas como las del francés Abel Gance en "Napoléon" (1927) -revolucionario para su época- y "Austerlitz" (1960), "Desirée" (1954) de Henry Koster (notable interpretación de Marlon Brando), "Waterloo" (1970) de Sergey Bondarchuk (Rod Steiger deja uno de los mejores acercamientos a este personaje) y "Monsieur N" (2003) de Antoine de Caunes, donde se da cuenta de sus últimos días en la isla de Santa Elena. Lo que no deja de sorprender, es que el debut de Ridley Scott en el largo lo fue con "Los Duelistas" (1977), obra que a través del irracional duelo a muerte por largos años entre 2 oficiales del ejército francés durante la era napoleónica, da un contexto más preciso y apasionado de aquellos años, algo difícilmente de encontrar en este biopic que, fuera de sus escenas de batalla, se ve con cierto desgano y monotonía.

Ridley Scott dando indicaciones a Joaquin Phoenix en el set de "Napoléon"
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