La guerra civil en la antigua Yugoslavia sigue dejando su funesto recuerdo en el cine. “Quo Vadis, Aida” es el primer largometraje de Bosnia Herzegovina en ser nominado al Oscar y es una de las cartas fuertes de la competencia a Mejor Película Internacional.
Como una huella indeleble en el tiempo, los acontecimientos de la guerra balcánica que tuvieron a mal traer a Croacia y Bosnia Herzegovina a mediados de los 90 por las atrocidades perpetradas por el ejército serbio en una suerte de limpieza étnica, nos han dejado múltiples registros desde todas las orillas. En esta ocasión, la directora Jasmila Zbanic ha optado por un retrato crudo desde las emociones y el lado testimonial, pero sutil y sugerente al momento de enfrentarnos con los terribles hechos.
Ambientada en julio de 1995, la historia tiene lugar en la ciudad de Sbrenica, donde ocurrió uno de los mayores genocidios europeos desde la Segunda Guerra Mundial. Ante la inminente llegada de las milicias serbias, la población se moviliza hasta una base militar en una zona protegida por los Cascos Azules holandeses de la ONU. Ahí, Aida Salmanegic (una estupenda Jasna Djuricic), quien hace de traductora para el organismo internacional, es testigo de un éxodo en el que no todos los pobladores son acogidos en la base al verse copadas las instalaciones.
La primera parte de la película transcurre en una tensión permanente en la que Aida debe luchar porque su esposo y sus dos hijos ingresen al recinto mientras muchos de sus compatriotas deben permanecer a la intemperie. En este punto, la opción de la directora por la cámara en mano y los planos secuencia le dan a su narrativa un carácter documental en el que los sentimientos ebullen sin que se perciba una atmósfera intervenida, sino de brutal naturalidad ante los acontecimientos.
En dicho contexto, es imposible no asociar muchos momentos de esta producción con obras que grafican guerras civiles como “El año que vivimos en peligro” (1982), “Los gritos del silencio” (1984), “Bienvenidos a Sarajevo” (1997) u “Hotel Rwanda” (2004), en las que se refleja una atmósfera de tensión en la que la ruptura del orden lleva a dilemas terribles e inmediatos, quedando toda la carga emocional depositada en personajes cuyos ideales y creencias son puestos a prueba dramáticamente.
"Jasna Djuricic, la estupenda protagonista de esta producción de Bosnia Herzegovina".
En esa apuesta, la vocación naturalista de “Quo Vadis, Aida” no precisa mostrar la barbarie de manera detallada ni explícita. La directora opta más bien por quedarse en la expresividad de sus actores y en dejar la huella de la violencia ante un espectador que tras vivir los hechos en la piel de los protagonistas, no necesita demasiado para imaginar lo que se viene. De igual modo, la representación de la jerarquía militar como el general serbio Ratko Mladic (Boris Isakovic), retratado en toda su dimensión criminal desde una asombrosa frialdad, o los Cascos Azules vistos como meros operadores resignados e impotentes ante un conato de masacre, redondean de manera soberbia una situación en la que el humanismo queda de lado ante el peso de decisiones políticas en las que la vida humana deja de ser importante.
Con momentos de fuga a través de recuerdos familiares que dan el balance con un universo cotidiano arrebatado de cuajo, la película se sostiene tanto en el notable Tour de Force de la protagonista que lucha por salvar a su familia y que adquiere sentido en la frase en latín "Quo Vadis" (¿a dónde vas?) -en referencia al momento en el que San Pedro cae en cuenta del destino inevitable de Jesucristo en la cruz-; como en el acertado retrato verista concatenado en lo colectivo. En ese sentido, la producción renuncia a los tradicionalismos de un género que en Hollywood busca el final feliz y la resolución a través de un heroísmo que rompe con la realidad en busca del espectáculo y que, en el caso presente, consigue un retrato despojado de tales vicios. Sin duda, una de las propuestas más sólidas en la terna a Mejor Película Extranjera en este Oscar 2021.
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