[ECOS DEL FESTIVAL DE MORELIA 2021: “Una noche en el Soho” y “La crónica francesa”]
- Gonzalo "Sayo" Hurtado
- 18 nov 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 28 jul 2022
Durante la edición 19 del FICM realizada entre octubre y noviembre, tuvimos oportunidad de ver las últimas películas de Edgar Wright y Wes Anderson. Aquí el detalle con lo que nos dejaron ambas experiencias y que ya se encuentran en la cartelera local.

“UNA NOCHE EN EL SOHO” de Edgar Wright: Es el chico prodigio del cinema británico. Desde su desenfadada “Shaun of the Dead” (2004) con la que hizo escarnio del género de zombies con un humor desopilante que maridó a la perfección con el gore, este director abrió una brecha en la comedia disparatada y tremendista a la que se sumaron otros títulos como “Hot Fuzz” (2007), “Scott Pilgrim vs The World” (2010) y “The World’s End” (2013), los que tuvieron gran repercusión como formas de graficar el mundo adolescente desde el absurdo o de mostrar el delirio en torno a la humanidad a punto de desaparecer. Pero cuando sus afanes por la bufonada aparentemente lo colmaron, Wright tomó un camino de riesgos y renuncias: quiso ponerse serio. En ese giro concibió “Baby Driver” (2017), una crónica criminal con personajes chirriantes y exagerados pero cuyo ritmo visual cautivó a los amantes de los parques de diversiones de la industria.
Con ese crédito, el director se sintió listo para dar su siguiente salto con “Una noche en el Soho” e ingresar a una tradición de fantasmas y espectros para impresionar al espectador con una suerte de universos paralelos en abrupta interacción. De primera impresión, pareciera que estamos ante un compromiso mayor con el terror y ya no con las humoradas de antaño, pero Wright se siente ahora con suficiente autoridad como para adoptar gestos solemnes y pretender negar su antiguo perfil. En esta oportunidad, se vale de dos estrellas en ascenso como la neozelandesa Thomasin Mackenzie y la estadounidense Anya Taylor-Joy para crear un puente entre el presente de una joven estudiante de modas y el fantasmal alter ego de una voluptuosa muchacha sesentera que la transporta mágicamente a su convulsionada vida cada vez que se echa a dormir en la habitación de la tradicional pensión que habita.

Son muchos los ingredientes que confluyen aquí: el thriller, terror, fantástico y sobrenatural, todos ellos tomando por asalto un escenario en el que los giros visuales no dan respiro, pero tampoco da lugar a la ironía o el humor negro con el que cabía antes hasta ser reflexivo cínicamente. En ese sentido, “Una noche en el Soho” no es más que un viaje alucinado que busca el impacto fácil en el golpe de efecto, en los giros argumentales bruscos (especialmente en la resolución, sacada del bolsillo como un producto marca ACME) y en una galería de malos malosos que nos restriegan en la cara como al perro de Pavlov. Su justificación acerca de las fuerzas extra terrenales que motivan el "mágico encuentro" no es un detalle que le interese sobremanera a su creador, más bien es algo que él mismo nos pretende obligar a creer sin mucha convicción en una convención forzada por la simpatía con sus estrellas de turno. Esta vez la farsa tiene costuras gruesas y no fluye como ejercicio de género. Pero por supuesto, habrá quien se quede maravillado por la trepidante edición como si buscara un demo de efectos visuales.

“LA CRÓNICA FRANCESA” de Wes Anderson: En el caso de este cineasta texano que, a despecho de las radicalidades que suscita el recuerdo de haber nacido en esa tierra, ha terminado siendo un icono de la cultura hípster en la gran pantalla. Su humor excéntrico y detallista ha devenido con singular éxito desde la celebrada “Rushmore” (1998) hasta títulos que han dado cuenta de su madurez como “Los excéntricos Tenenbaums” (2001), "Vida acuática” (2004) o “El gran Hotel Budapest” (2014), acaso el clímax de su relamida pasión por la dirección de arte colorida y los encuadres recargados.
Quienes celebran la reiteración de esos motivos pues podrán empalagarse hasta el hartazgo con “La crónica francesa”, un tríptico de historias que pretende ser una suerte de homenaje (desde el humor, desde luego) al trabajo periodístico de tradiciones como la del popular magazine The New Yorker, exaltada a través de la figura del editor estadounidense Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray), un metódico periodista afincado en una ciudad imaginaria de Francia y que convoca a las plumas más notables para trascender en perfiles que rebasan al arte, la política e incluso los hechos policiales. Por supuesto, la película es abundante en todos aquellos recursos que han contribuido a popularizar el estilo puntilloso de su director por copar todos los espacios en base a movimiento, color y música con un horror al vacío solo digno de los huacos Mochicas.

De los 3 segmentos que conforman el título presente: “La obra maestra del hormigón”, con un Benicio Del Toro encarnando a un eximio pintor que crea tras los muros de un presidio mientras cumple su condena, es probablemente el que mejor calza en la propuesta de Anderson de ironizar el mercado del arte y de alcanzar composiciones de encuadre más inspiradas. Por su parte, “Revisiones de un manifiesto” con Timothée Chalamet como el líder de una alegoría revolucionaria de Mayo 68, termina siendo soporífera y claustrofóbica en su afán por reducir las protestas sociales a gestos farsescos; mientras que “El comedor privado del comisionado de policía” parte del seguimiento del secuestro del hijo del oficial de marras para hacer un cóctel con todos los ingredientes consabidos de Anderson para terminar incluso con una secuencia de animación de ánimo guiñolesco. ¿El resultado? La sensación de estar ante un chiste repetido una y mil veces hasta la saturación. El cine de este director necesita explorar nuevos caminos o morir en una idea que se hace reiterativa hasta el infinito.

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