[FESTIVAL DE CINE DE LIMA 2021: Sobre los ganadores]
- Gonzalo "Sayo" Hurtado
- 1 sept 2021
- 10 Min. de lectura
Sorprendentemente, “Clara Sola” de Costa Rica terminó convirtiéndose en la gran ganadora de la edición 25. Repasemos el palmarés y lo que nos dejó esta segunda entrega en formato virtual.

COMPETENCIA DE FICCIÓN
El panorama de este año nos presentó un grupo de películas dentro de las que resaltaron nítidamente las de Argentina y Brasil como las delegaciones más compactas. En la primera, “El perro que no calla” de Ana Katz se mostró como la película más sólida de dicho país por la creativa forma como su directora rompió su propio molde al buscar nuevas formas narrativas en su cine. El devenir de su protagonista, transitando un camino de vida más allá de la melancolía, nos dio la pauta de su propia madurez en un registro que tuvo tanto de realismo como de delirio. Al final, se quedó con el Premio Especial del Jurado y el de Mejor Guión, los que le hicieron justicia.

Otras producciones como “Las siamesas” de Paula Hernández no defraudaron en lo más mínimo y confirmaron su buen pulso para los dramas intimistas, en este caso, sostenido por las excelentes actuaciones de Rita Cortese y Valeria Lois -lo que no la salvó de quedarse con las manos vacías-; mientras que “La chica nueva” de Micaela Gonzalo, nos dejó una Ópera Prima cuya historia es una pieza menor en el contexto de estas 3 obras, pero se trata de una apuesta que sale adelante por la buena performance de Mora Arenillas, una de las actrices argentinas de la nueva generación que le imprime al perfil de una joven sin horizontes una profunda sensibilidad desde pocas expresiones.

La delegación brasileña presentó dos producciones con estilos diferentes, pero de gran contundencia discursiva. En el caso de “Madalena” de Madiano Marcheti (probablemente la mejor película de todo el apartado de ficción), consiguió un asombroso balance entre el cine de denuncia y el acercamiento a los géneros (especialmente el suspenso) desde una perspectiva sutil y sugerente para ahondar detrás del crimen de una joven transexual. Aunque se llevó el reconocimiento a Mejor Ópera Prima, el premio supo a poco, ya que merecía más. Por su parte, “Casa de antiguidades” de Joao Paulo Miranda Maria asumió la reivindicación de un anciano obrero de una fábrica de leche del sur de Brasil, quien encuentra un refugio al clasismo y racismo de parte de los lugareños (descendientes de alemanes) en una casa abandonada. Entre la realidad y el delirio, las visiones mixtas del hombre y de los que le rodean se ven exaltadas en medio de motivos que son la cara misma de la frustración y el conservadurismo más salvaje. Se llevó merecidamente el premio a Mejor Actor para Antonio Pitanga.

Otras dos películas resultaron de indudable interés: la dominicana “Liborio” de Nino Martínez Sosa y la chilena “La Verónica” de Leonardo Medel. La primera rescató la figura del líder revolucionario Olivorio Mateo Ledesma o Papá Liborio, como era conocido comúnmente. La historia se refugia con acierto en gran parte de los detalles que alimentaron su leyenda popular como una suerte de “elegido” además de portentoso curandero a inicios del Siglo XX. Pero antes que buscar ser un biopic de vocación histórica, la representación busca más bien sostenerse en una mirada onírica tratando de diseccionar el mito en su estado puro. Fue una de las grandes sorpresas del festival y se entiende que se haya llevado el premio a la Mejor Dirección. Otra suerte corrió la producción chilena, ya que a pesar de ser una puesta en escena de gran riesgo al ser sostenida todo el tiempo en planos medios para mostrar la megalómana personalidad de una influencer (extraordinaria caracterización de Mariana Di Girólamo), la propuesta le fue indiferente tanto al Jurado Oficial como al de la Crítica Internacional.

Más bien, no dejó de llamar la atención el que las grandes ganadoras en ambos jurados hayan sido 2 películas que en el contexto de la muestra no se situaran entre las favoritas. El primer caso es el de la costarricense “Clara sola” de Nathalie Álvarez Mesén, que sin duda tiene méritos en el introspectivo trabajo de su protagonista, Wendy Chinchilla Araya, como una mujer con fuertes perturbaciones mentales que es explotada como una santa por su familia. Pero lejos de aquella santidad que es más bien una represión que le ha sido impuesta desde joven, Clara tiene poderes psíquicos, aspecto que es enfatizado en el desarrollo y que se manifiesta en una suerte de pre clímax en un quinceañero (la referencia a “Carrie” de Brian De Palma se presta más para la broma), no llegando a cuajar semejante sugerencia con un drama que en el escenario de una Latinoamérica campesina se siente más bien forzado. Se llevó –exageradamente– el premio a Mejor Película de Ficción, además del galardón a Mejor Actriz en el contexto de una fuerte competencia.

El segundo caso es el de la colombiana “Amparo” de Simón Mesa Soto, con un Tour de Force de Sandra Melissa Torres como una madre de escasos recursos económicos atrapada entre sus propias pasiones y la estrechez de depender de un trabajo sin mayores aspiraciones. Amparo debe ir más allá de sus propias posibilidades y la ética personal para salvar a su hijo adolescente de ser enviado a combatir contra las FARC tras caer en una leva. El retrato desesperado y angustiante en el que ella cae, puede recordar algunos plots del cine de los hermanos Dardenne, con una protagonista llevada al límite de su soporte emocional. Aunque la historia se redondea bien y es balanceada en su propuesta, no es menos cierto que este retrato de tono realista no tiene el vuelo ni el destello de vanguardia que muchas otras competidoras. Así con todo, fue la ganadora para el Jurado de la Crítica Internacional.

COMPETENCIA DOCUMENTAL
El apartado tuvo ejemplos de investigación periodística que resultaron de gran interés como “El silencio del topo” (Guatemala) de Anais Taracena –aunque acusó de cierta formalidad en su estructura al presentar la crónica de un infiltrado en la terrible dictadura militar de ese país en los 70-, o la escalofriante mirada de “El cielo está rojo” (Chile) de Francina Carbonell, cuyas revelaciones en base a vídeos sobre un incendio que le costó la vida a 82 reclusos de la cárcel de San Miguel en 2010, revela un nivel de manipulación e impunidad de parte de autoridades que son el reflejo fiel de un sistema carcelario en absoluta orfandad. Obtuvo la Primera Mención Especial en esta categoría.

Otro trabajo que apostó por ingresar a la intimidad familiar pero con el trasfondo de una tragedia con tintes gubernamentales y conspirativos, lo fue “Esquirlas” (Argentina) de Natalia Gayaralde, que en base a rescatar el sentimiento de su directora por reconstruir el universo emotivo alrededor de su vida en imágenes de vídeo junto a sus padres y hermanas en la localidad de Río Tercero en Córdoba, revela el siniestro entramado tras la explosión de una fábrica de municiones que dejó terribles secuelas en el tiempo. Ambos registros se emparentan para darle dignidad a la memoria familiar a pesar del traumatizante impacto de los hechos. Obtuvo la Segunda Mención Especial del Jurado, pero bien pudo llevarse el premio principal.

Algunas películas llegaron precedidas de cierto favoritismo tras su paso por la Berlinale como “A última floresta” (Brasil) de Luiz Bolognesi o “Una película de policías” (México) de Alonso Ruizpalacios, pero lo cierto es que ambas presumían más de su vocación por romper el formato que por su consistencia final como documentales. La brasileña se esforzó tanto en mezclar delirio y realidad, que era muy difícil distinguir su lado verista en medio de una puesta en escena sumamente intervenida y más afín a la ficción para rescatar el legado de la tribu amazónica Yanomami; mientras que la mexicana nos presenta una historia en 3 actos en la que el falso documental y el detrás de cámaras de la producción se funden en un intento más de sorprender al espectador con una narrativa pirotécnica que con vocación real de denuncia. Así, el retrato social de una pareja de policías termina teniendo más bien un tono farsesco y burlón en lugar de una reflexión social, muletilla que el director arrastra desde sus ficciones.

Sobre la ganadora, “Limiar” (Brasil) de Coraci Ruiz, denota más bien la tendencia de muchos jurados a decantarse por la reivindicación LGTB en una película que alcanza picos emotivos muy altos durante el seguimiento que la directora hace durante el proceso de afirmación de genero de su propio hijo. Aun cuando se trata de un tema cuyo debate es fundamental en los nuevos tiempos, la dimensión que alcanza el caso presente se refugia más en lo sentimental que en un desarrollo investigativo o cinematográfico que resulte innovador. “Limiar” consigue su propósito de conmover a la audiencia y crear empatía con la problemática planteada, pero es una película menor al momento de sopesar sus cualidades narrativas a diferencia de otros ejemplos de esta sección.

LA PARTE PERUANA
He reservado aquí el comentario sobre las películas nacionales presentes en la categoría de Ficción, Documental y Hecho en el Perú, ya que todas ellas fueron consideradas para el esperado premio de Mejor Película Peruana que otorga el Ministerio de Cultura. Como ya viene siendo reiterativo en las últimas ediciones, el documental viene ocupando un mayor reconocimiento que la ficción. “Odisea amazónica” de Álvaro y Diego Sarmiento fue la gran galardonada al redondear una bitácora de viaje que contempla con cierta distancia la diaria jornada de los habitantes de las cuencas amazónicas, siendo los barcos los transportes clásicos de abastos y viajeros y el puente natural entre las comunidades y sus muchas tradiciones, las que terminan contrastadas con una “modernidad” que las pone permanentemente a prueba. En aquella contemplación, los Sarmiento incorporan voces y testimonios en off, dejando de lado el recurso de las clásicas “cabezas parlantes” para dar una voz múltiple y diversa a esa masa humana a la que retratan desde las faenas más cotidianas, trascendiendo el simple registro verista para llegar a una síntesis que resume el complejo tejido social de aquella región.

“Hatun Phaqcha, tierra sana” de Delia Ackerman se quedó con la Mención Especial, pero también se llevó el Premio de Público y se alzó como la ganadora de la sección Hecho en el Perú. Su apuesta por ahondar en la inmensa riqueza de la despensa alimenticia de productos peruanos, la llevó a trabajar una estructura sumamente detallista y didáctica que no se regodeó en el simple hecho de mostrar las maravillas de cada región, sino que hace hincapié en la crisis del agro y expone la necesidad de una estrategia –que a todas luces precisa una voluntad política- que traería beneficios tanto en lo nutricional como en la económico, además de ser un rescate de tradiciones milenarias. Solo se le objeta el tener un acabado clásico que acaso reclamaba un imaginario visual más atrevido.

Del resto de la presencia peruana, en general, es saludable el hecho de haber tenido Ópera Primas de evidente vocación autoral como “Autoerótica” de Andrea Hoyos, que aunque denota algunos pequeños vacíos propios de una directora debutante, es una primera película muy sólida en su propósito de retratar el complejo sentir de una adolescente enfrentada a su despertar sexual, lo que también nos deja una fotografía social de la clase media limeña desde una mirada espontánea nada complaciente.

Otros trabajos como “Esperaré aquí hasta oír mi nombre” de Héctor Gálvez, resultaron insuficientes en su afán por expresar el sentimiento interior de su director desde el seguimiento de una compañía teatral que representa en varios parajes de la sierra, una obra sobre los desaparecidos durante la época del terrorismo. El elenco de actores pasa y desaparece como un telón de fondo sin que lleguemos a interiorizar y a procesar con cercanía sus sentimientos personales, dando paso al lado testimonial que surge de los pobladores y a un tercer acto en el que las autoridades entregan restos humanos a los campesinos, pero sin la certeza de quien es cada uno. La estructura de estos 3 momentos no llega a cuajar del todo y se siente impuesta al no fluir con naturalidad. Lo que no deja de extrañar es el hecho de que algunos encuadres presentados con un propósito reflexivo sobre la violencia de años atrás, dejen una sensación de preparación e intervención propias de la ficción y que rompen con el espejo de realidad pura con la que se confrontan.

“No hay regreso a casa” de Yaela Gottlieb encuentra sus mayores fortalezas en el reto narrativo que su directora enfrentó al plantear un juego confrontacional con su propio padre, un rumano de raíces judío-alemanas cuyo desarraigo de Europa, pasando por Israel y con destino final en Perú, ella intenta descifrar. Evidentemente, la pandemia truncó mucho de la logística de la producción, viéndose ella obligada a replantear su material explotando la ruta de búsqueda que le da su propia pantalla de laptop, adquiriendo el documental un estilo lúdico que refuerza la ironía en torno a su propósito investigativo.

En cambio, “Entre estos árboles que he inventado” de Martín Rebaza Ponce De León, apostó por una historia intimista que denota la búsqueda de una fotógrafa por afirmar su identidad y su yo artístico al enfrentar la soledad tras la muerte de su madre. Se trata de una película irregular en sus resultados desde la dependencia de actores no profesionales que no logran transmitir la naturalidad que la historia reclamaba, pero si resulta satisfactorio descubrir una ficción de Trujillo que tiene un espíritu de rompimiento con los dramas tradicionales y la producción de ficción que podría encontrarse en esa región. Es una obra que quiere ser disruptiva por momentos, pero se frena frente a la posibilidad de ser más atrevida al no trasponer las puertas que ella misma abre.
TODOS LOS GANADORES
PREMIO DEL JURADO DE FICCIÓN:
• Mejor Película:
“Clara sola” de Nathalie Álvarez Mesén (Costa Rica)
• Primera Mención Especial:
“Autoerótica” de Andrea Hoyos (Perú)
• Segunda Mención Especial:
Al elenco de “Liborio” de Nino Martínez Sosa (República Dominicana)
• Tercera Mención Especial:
Al elenco de “El alma quiere volar” de Diana Montenegro (Colombia)
• Premio Especial del Jurado:
“El perro que no calla” de Ana Katz (Argentina)
• Mejor Dirección:
“Liborio” de Nino Martínez Sosa (República Dominicana)
• Mejor Actriz:
Wendy Chinchilla Araya por “Clara Sola” de Nathalie Álvarez Mesén (Costa Rica)
• Mejor Actor:
Antônio Pitanga por “Casa de Antiguidades” de João Paulo Miranda Maria (Brasil)
• Mejor Guión:
Gonzalo Delgado y Ana Katz por “El perro que no calla” (Argentina)
• Mejor Ópera Prima:
“Madalena” de Madiano Marcheti (Brasil)
PREMIO DEL JURADO DE FOTOGRAFÍA:
• Mejor Fotografía de la Competencia Ficción:
Sophie Winqvist por “Clara Sola” de Nathalie Álvarez Mesén (Costa Rica)
PREMIO DEL JURADO DE DOCUMENTAL:
• Mejor Documental:
“Limiar” de Coraci Ruiz (Brasil)
• Primera Mención Especial:
“El cielo está rojo” de Francina Carbonell (Chile)
• Segunda Mención Especial:
“Esquirlas” de Natalia Garayalde (Argentina)
PREMIO DEL JURADO DE LA CRÍTICA INTERNACIONAL:
• Mejor Película:
“Amparo” de Simón Mesa Soto (Colombia)
• Mención especial:
“El perro que no calla” de Ana Katz (Argentina)
PREMIO DEL PÚBLICO:
• “Hatun Phaqcha, tierra sana” de Delia Ackerman (Perú)
PREMIO DE LA COMUNIDAD PUCP:
• Premio a la Mejor Película de “Hecho en el Perú”:
“Hatun Phaqcha, tierra sana” de Delia Ackerman (Perú).
PREMIO DEL JURADO DEL MINISTERIO DE CULTURA DEL PERÚ:
• Premio a la Mejor Película Peruana:
“Odisea amazónica” de Álvaro Sarmiento y Diego Sarmiento
• Mención Especial:
“Hatun Phaqcha, tierra sana” de Delia Ackerman
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