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FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022: Tres estrenos de la Sección Oficial y “Perlas”]

Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" HurtadoGonzalo "Sayo" Hurtado

Actualizado: 27 ene 2023

La cita en Donostia nos trajo en la Sección Oficial (pero fuera de competencia) a “Marlowe” de Neil Jordan, mientras que en "Perlas" tuvimos a “Blonde” de Andrew Dominik y “Triangle of Sadness” de Ruben Östlund, ganadora de la Palma de Oro en Cannes.


“MARLOWE” (EEUU) de Neil Jordan: El legendario personaje creado por Raymond Chandler y que definió a buena parte de las historias detectivescas en el cine estadounidense en la década del 40, se autodefine como un lobo solitario que gusta del whisky y las mujeres (aunque no las mezcla con el trabajo) y a pesar que no le teme al dolor, rara vez resuelve sus problemas con violencia. Interpretado a lo largo de los años por Dick Powell, Humphrey Bogart, Elliott Gould, Robert Mitchum, James Garner y James Caan, entre otros actores, ahora le toca el turno a un Liam Neeson más identificado como un justiciero violento gracias a su rol del implacable agente Bryan Mills en la saga de Taken.


A sabiendas de este detalle, el director Jordan ha mostrado a un Marlowe cínico y mordaz, fiel al molde original, pero que –inevitablemente- explota con ira en momentos puntuales de la historia. El caso en cuestión, en el que la millonaria Clare Cavendish (Diane Kruger) lo contrata para ubicar a un desaparecido amante suyo (aparentemente muerto), enmascara en realidad un complejo caso en el que mafiosos, dueños de garitos, servidores públicos y buscavidas están envueltos en mayor o menor medida por un botín en narcóticos.


Si bien la dirección de arte le saca provecho al rico contexto de la época y al ambiente seductor en el que la intriga sucede, esta vuelta al clásico detective se siente como una aventura menor en el género, incapaz de llegar a las cotas de complejidad de otros ejemplos como Chinatown (1974) de Roman Polanski o L.A. Confidential (1997) de Curtis Hanson. Si bien la narración está sembrada de falsas pistas y giros de tuerca que son un sello del cine negro, en el momento actual dichos recursos ya híper explotados en numerosos thrillers y policiales hasta el hartazgo, no revisten mayor novedad. El guion de William Monahan (quien alguna vez sorprendió con Infiltrados de Martin Scorsese), no trasciende más allá de un trabajo por encargo cuyo éxito parecía confiarse en el perfil taquillero de su protagonista, esta vez más contenido que de costumbre en su faceta justiciera.

Diane Kruger y Liam Neeson durante el photocall en el Festival de San Sebastián. Foto: Sayo Hurtado


“BLONDE” (EEUU) de Andrew Dominik: Aplaudida durante 14 minutos en su estreno en el Festival de Venecia, esta es la prueba palpable que los “aplausometros” no son ninguna garantía de calidad y menos un parámetro que nos dé un juicio cabal sobre una película (aunque haya quienes neciamente insistan en resaltarlo). Hecha la acotación, esta adaptación de la novela de Joyce Carol Oates aborda el biopic sin pretender hacerlo de una manera clásica y tomándose más de una licencia para resaltar el carácter vulnerable de la diva.


Con una breve alusión a los tristes episodios de su niñez, donde pasó del maltrato de una madre perturbada por el abandono de su padre a criarse en un orfelinato, la narración salta a sus primeros coqueteos con la fama aún como Norma Jeane Mortenson (Ana de Armas) y su progresivo ascenso artístico en medio de amoríos con el beisbolista Joe DiMaggio (Bobby Cannavale), el escritor Arthur Miller (Adrien Brody) y el presidente John F. Kennedy (Caspar Phillipson), tratándose todas de relaciones tortuosas que, voluntaria e involuntariamente, le negarán la felicidad como si de una maldición se tratara.


El primer problema viene de la fórmula narrativa, ya que los hechos son contados desde una dimensión onírica en la que la realidad y el delirio van de la mano para de ese modo resaltar los estados de ánimo de la protagonista. Si Pablo Larraín consiguió un excelente balance al plantear ese concepto para retratar el caos mental vivido por Lady Di en Spencer, en Blonde, Andrew Dominik subvierte esa idea hasta llevarla a una dimensión alucinatoria en la que somos testigos de una secuencia de desvaríos y traumas con el fin de retratar a Marilyn desde una versión lastimera y dolorosa en la que el director pone toda su atención.


Dicho ejercicio, además de resultar monótono y reiterativo, hace más pesadas las casi 3 horas de duración de la película, tiempo en el que más de uno deseará que el trágico final se concrete de una puñetera vez (y es justamente donde el relato se hace más interesante al tener un cruce con el terror y la intriga). El director Dominik, alguna vez agudo y sugerente al abordar la vida de un clásico bandolero en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), o al asumir sin empacho los códigos criminales de "Killing Them Softly" (2012), exagera al recrear las divagaciones de una Marilyn que, si bien alcanza una dimensión física impresionante a través de Ana de Armas, no trasciende en el pretendido intento de mostrarla como la víctima de un egoísmo masculino (las escenas de felaciones con JFK resultan antojadizas) alimentado por esa tendencia a una corrección política que el cine hollywoodense adopta con falsa impostación.


“TRIANGLE OF SADNESS" (Sue/Fra/RU/Ale/Tur/Gre) de Ruben Östlund: El director sueco tiene una desmedida vocación por la comedia de humor negro para resaltar “aquellas taras” de la sociedad que le resultan tan perturbadoras como fascinantes. Del mundo idílico y luego resquebrajado de Force Majeure (2014) a la feroz crítica contra el arte moderno y la burocracia de la gestión de cultural en The Square (2017), ahora apunta sus dardos contra la opulencia, el lucro desmedido y la superficialidad de los paraísos capitalistas y la secuela ideológica que se instala como panacea de una malentendida idea de progreso y prosperidad.


El viaje en un lujoso crucero que se ganan una pareja de modelos e influencers de modas (Harris Dickinson y Charlbi Dean), se transforma en una pesadilla cuando la nave y sus oligárquicos pasajeros son víctimas de una tormenta que, cual comedia física de Chaplin, los convierte en simples monigotes a merced de fuerzas naturales indiferentes ante sus riquezas materiales (hasta el humor escatológico aquí tiene un efecto de sentido más allá de la pura chacota). Los ahora náufragos en una isla remota se ven obligados a sobrevivir, pero a costa de una pirámide social invertida en favor de quienes poseen la habilidad para procurarse alimento contra los opulentos que han perdido esa cualidad en el mundo real.


Esta nueva incursión de Östlund en la sátira resulta tan virulenta como jocosa al plantear un nuevo orden entre los supervivientes, siendo la criada Abigail (DollyDe Leon), quien se empodera como la lideresa ante la inutilidad de sus ahora siervos. La aventura supone un repaso por todos aquellos clichés que desde un humor básico de derechas pretende ser la narrativa oficial del mundo, reservándole un espacio al nivel de un meme. El cautiverio lleva a algunos de los otrora magnates a retroceder a la Edad de Piedra al tratar de procurarse el alimento, algo que el director no se cansa en subrayar al llevar su postulado a un lugar temerario y de ruptura absoluta con el modo de vida occidental. Por supuesto, habrá quien se sienta ofendido al sentir que muchos de los dardos le apuntan aunque solo se trate de un espectador con ánimo aspiracional.

Charlbi Dean y Harris Dickinson, los banales protagonistas de "Triangle of Sadness"

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